martes, 28 de septiembre de 2010

Aura

Él cuelga jazmines de la lámpara y de repente todo huele muy rico.
Me regala una cajita de sueños, para poner todas las noches mis miedos debajo de la almohada y que al otro día simplemente desaparezcan.
Cree en la energía, en que el cuerpo tiene memoria y tiende a no olvidar. Cierra los ojos y dice que siente. Tiene las manos ásperas.
No tiene miedo y es por eso que no filtra lo que dice, no se cuida de involucrarse, no mide las palabras, solo las deja ser.
Parecemos dos adultos cada vez que hablamos de filosofía barata-aunque no quiera sacarme los zapatos.-
De repente pone música y me dice “volvamos a ser jóvenes”. Pero esa imposición no nos queda bien, el silencio es incómodo y hace las preguntas que no debería.
Me pide que no me vaya y aunque suene triste hacía mucho tiempo que no me lo pedían directamente.
Lo veo tan libre, tan independiente, comprando un espejo en el mercado de las pulgas, haciendo lo que le gusta sin cuestionarse, aceptando una crisis que hizo que su vida cambie completamente.
Me asusta su originalidad, sus palabras sueltas, las ganas de estar cerca.

¿A qué le tengo miedo?

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